Batericidios: Cómo matar una batería

Con este neologismo no quiero significar el asesinato de ninguno de ustedes, sino más bien la forma como a veces nosotros mismos le damos muerte a nuestra batería y sus accesorios.

Justamente hace un par de días me topé con uno de esos vendedores despistados que tenía exhibido un bottom-hat Paiste 2002, usadito por cierto. Como es mi marca preferida, me animé a preguntarle por el par, asumiendo que el top-hat lo tendría guardado. Resultaba ser que lo había vendido, quedándose sólo con el platillo inferior.

En ese mismo momento decidí escribir este artículo, pues el hecho en sí me pareció simplemente inconcebible: mutilar así un set de tan alta calidad. Lamentablemente, a veces somos nosotros mismos los que cometemos este tipo de batericidios.

Hay varias formas en que por desconocimiento terminamos por dañar nuestro kit, acortando su vida útil. No saberle pegar a los platillos (como hacerlo en el borde o aplicando una fuerza excesiva) puede terminar por quebrar un crash.

No invertir en un protector contra impactos para el parche del bombo puede costarnos lo que vale reponerlo, y todos sabemos que es de los más caros.

Varias veces he visto pedales de bombo hechos trizas, sólo por no haber ajustado bien sus partes o no haberse preocupado de sujetarlo bien en el cerco del bombo.

Otro error muy extendido es no fijarse en el estado de las felpas de nuestros atriles, dejándolas resecarse, exponiendo los platillos a un inaceptable riesgo de fractura.

Lo mismo ocurre con el clutch del hi-hat, pues si no aceitamos el perno central las roscas se terrminan por soldar a él, sobre todo si no tenemos la sana costumbre de limpiar los bronces, y los dejamos montados por toda la eternidad.

Otro sitio que merece aceitarse son las clavijas de los tambores. De no hacerlo podemos forzar su hilo de entorche al momento de ajustar los tensores, con el peligro de que se roben en plena afinación.

Los parantes débiles son otro peligro, sobre todo cuando les exigimos soportar platos más pesados que lo debido, o varios bronces a la vez haciendo uso de extensores. Obviamente, el riesgo es que se volteen y nos tiren al piso todo lo montado.

En ocasiones nuestros compañeros de banda posan sus dedos sobre nuestros platillos, dejando impresas sendas marcas. Con ello no sólo los afean, sino que se crean focos de oxidación que luego nos obligan a darles una limpieza más intensa en aquellas zonas.

Unas baquetas astilladas son otro problema, sobre todo para nuestros parches. Y si son de esas que no se astillan (de aluminio o grafito) igual son un problema, pero en este caso para nuestras manos, como lo discutiéramos en otro artículo de este blog.

Finalmente, una batería a la que la tratamos peor que a mal hijo de vecino, no pasándole siquiera un trapito una vez por semana, con su respectiva silicona posteriormente, termina por envejecer con suma rapidez, quitándole valor de recambio, salvo que pienses botarla y no venderla cuando decidas adquirir una nueva.

Por todos estos motivos, debemos ser prolijos y precavidos, para mantener nuestra batería en buen estado. Ella nos ofrecerá lo mejor de sí siempre que sepamos cuidarla y conservarla como se merece.